Al Lector

Yo no sé decir las cosas que siento, pero reconozco cuando alguno es capaz de decirlas por mí...



jueves, 20 de junio de 2013

EXISTE UN MUTILADO ; Cesar Vallejo



Existe un mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los hombres.... Ese mutilado que conozco, lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial....

Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no escuchaba. Yo conozco al mutilado que ve sin ojos y oye sin orejas.

miércoles, 12 de junio de 2013

RAZONES DEL AUSENTE; Darío Jaramillo Agudelo


Si alguien les pregunta por él, díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa acaso ya nadie reconozca su rostro; díganle también que no dejó razones para nadie, que tenía un mensaje secreto, algo importante que decirles, pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo de otro modo y en otra parte del mundo, díganle que todavía no es feliz, si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también, que se fue con el corazón vacío y seco, y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón y que ni el mismo sufre por eso, que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo, que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto, díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un día de sol, díganle que hubo palabras que le hicieron creer en el amor y luego supo que el amor dura lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo perforado a tiros, su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado y díganle que aveces piensa que esa calma inexorable es su castigo, díganle que ignora cual es su pecado y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro lado del problema y díganle que en ciertas noches de insomnio y aún en otras que cree haberlo soñado,  y teme que acaso la culpa sea la última parte de sí mismo que le queda y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia siente cierta alegría pueril por su inocencia y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas.
Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente, de adivino, leyendo las cartas y celebrando algunas supersticiones, tres fetiches, ciertas complicidades mal entendidas y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridad y nada.